El mundo de la impresión ha dado un salto evolutivo enorme con el advenimiento de la impresión 3D. En este momento, posibilidades que solo residían en el ámbito de los sueños se han tornado realidades; ahora podemos tomar una fotografía de un objeto, sea cual sea, e imprimirlo en tres dimensiones. Casi podríamos decir que internet ha ampliado sus fronteras hasta rebasar las de la magia.
Así pues, imprimir objetos sólidos tridimensionales emerge como una opción largamente soñada por muchos: artistas, diseñadores, investigadores o especialistas, todos precisaban de este tipo de herramienta para perfeccionar, mejorar o avanzar en sus respectivas profesiones.
Cuando hablamos de impresión 3D nos estamos refiriendo a una técnica que nos da la posibilidad de crear objetos en tres dimensiones, esto es, con alto, ancho y largo, a partir de cualquier plano o diseño que guardemos en un archivo informático, bien descargado desde Internet, bien creado por el propio usuario, y todo ello mediante un dispositivo o hardware conocido como impresora 3D.
Asimismo, un objeto también puede ser copiado por medio de un dispositivo especial, es decir, un escáner, y, después, reproducida en una impresora 3D. Sin embargo, por ahora este último procedimiento es demasiado caro y se escapa del presupuesto del usuario medio.
Tal y como hemos explicado, para poder imprimir un plano en 3D es preciso contar con una impresora 3D; este dispositivo guarda semejanzas con el funcionamiento de las impresoras tradicionales láser o Inkjet, si bien no en su formato físico, sino en su desarrollo funcional. Así pues, para conseguir imprimir una pieza en tres dimensiones, tendremos que subir el archivo en el que se encuentra el diseño en el software, y una vez cargado, imprimirlo.
Una de las grandes ventajas de este tipo de tecnología es que, si bien debemos contar con una impresora física, tal y como hemos señalado en líneas precedentes, no es necesario adquirir un ordenador especial para llevar a cabo el proceso.
En cuanto a la impresora 3D, la principal diferencia que la distingue de sus hermanas, la Inkjet o las láser, reside en que, en vez de producir tinta a través de sus boquillas, lo que eyecta es un plástico muy concreto fundido que, una vez en contacto con la atmósfera, se secará de manera inmediata y modelando el objeto solicitado con una semejanza y precisión increíble. A continuación, pasamos a analizar con más detalle la impresora 3D.
Impresora 3D: La herramienta que hace posible la impresión en tres dimensiones
Bien, hemos explicado qué es la impresión 3D como concepto y ahora pasamos a analizar la herramienta física que lo hace posible. Se trata de un dispositivo que tiene la capacidad de alumbrar cuerpos físicos tridimensionales a base de ir añadiendo, capa por capa, un material –normalmente, plástico ABS- que va adoptando la forma exacta del objeto original.
En definitiva, la impresora 3D es capaz de generar un objeto sin el apoyo de molde alguno.
La principal diferencia que distingue la impresión 3D de la creación tradicional de objetos es que, en el último caso, siempre sobra material, que debe ser retirado. Sin embargo, la impresión 3D emplea única y exclusivamente el material preciso, ni más ni menos, lo que supone un avance y una reducción de costes e impacto medioambiental considerable.
En lo que se refiere al material que emplean este tipo de dispositivos, hemos señalado en líneas precedentes que suele ser el plástico ABS, pero no es el único. Los materiales que emplea la impresión 3D se dividen, en esencia, en dos tipos de termoplásticos: PLA o ABS; y esto es así por un motivo meramente económico y eficiente, pues se trata del material más barato y más sencillo de conseguir en el mercado.
Por otro lado, y tal y como adelantábamos, este tipo de material no es el único protagonista. Existen otros actores que también tienen su papel en la impresión 3D como son la resina, los fotopolímeros e, incluso, algún que otro metal. No obstante, el coste de este tipo de materiales es tan elevado que casi se destina en exclusiva al terreno industrial. Igualmente, los gastos que se derivan de la energía precisa para poner en funcionamiento este tipo de tecnología son demasiado altos.
¿Para qué sirve?
Alejada de los laboratorios y de los tubos de ensayo, la impresión 3D es ya una realidad tangible; si bien es cierto que todavía no ha alcanzado el volumen de ventas y de presencia de las impresoras tradicionales (a base de tinta y láser), la verdad es que este tipo de impresoras irán ocupando poco a poco el lugar de las anteriores en el momento en el que los costes de operación desciendan y el valor se adecúe a los precios de mercado a nivel del usuario medio.
Sin embargo, la capacidad de la impresión 3D no cubre tan solo el moldeado de pequeñas figuras tridimensionales; podríamos decir que ese es el 20% de sus posibilidades; realmente, donde la impresión 3D está pegando más fuerte es en campos tecnológicos tan avanzados como el automotor o la construcción de prototipos en el terreno biomédico. El uso de este tipo de tecnología tridimensional posibilita un gran ahorro, ya que se reducen considerablemente los tiempos de modelado en materiales, en el diseño industrial, y en las industrias de la joyería o el calzado.
Otros ámbitos profesionales avezados se ven, asimismo, enriquecidos, con la implementación de la impresión 3D; nos estamos refiriendo a los sectores aeroespacial y de las ingenierías, pues este tipo de tecnología facilita la impresión de piezas y prototipos susceptibles de ser empleados en el espacio.